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Foto del escritorVíctor Avilés

SINTIENDO LA TEMIDA Y UNIVERSAL TRISTEZA

Es curioso observar cómo le tenemos un cierto respeto y temor a la intensidad y sensación que experimentamos cuando sentimos tristeza. De nuevo, cuando le temo a algo, no le permito estar, no lo abrazo y por inercia y miedo, tiendo a rechazarlo.


Hemos clasificado según nuestras ideas personales, nuestra cultura y sociedad a las emociones como correctas o incorrectas, como buenas o malas. Seleccionando de forma inconsciente cuales siento sin temor y me permito experimentarlas completamente y cuales hay que tener cuidado con ellas y pasarlas rápidas de mi experiencia, para que llegue otra correcta, otra que me guste más sentir. En esta andamos la gran mayoría. Al querer evitar algo que estoy sintiendo empiezo a entrar en conflicto conmigo mismo, ya que es en mi cuerpo el lugar donde está sucediendo dicha emoción.


En el caso de la tristeza observo en mi experiencia como hay una “alerta” que se activa de forma automática y de alguna manera pareciera que hay que hacer algo al respecto.

A nivel mental se generan distintas preguntas y afirmaciones que apuntan al saber el porqué de esta sensación y posteriormente, que acciones emprendo para que se pase rápido o para sentir menos dosis de lo que estoy sintiendo. La conclusión de este conjunto de mecanismos es alejarnos o dejar de sentir lo que estoy sintiendo. En este caso tristeza.

La tristeza como emoción no es ni buena ni mala. Eso se encargara nuestra mente de etiquetarla según lo que yo opine de dicha emoción o sensación en mi pasado. Lo único que si se, es que si en todas las experiencias humanas existe dicha emoción, es universal. Es natural. Al no vivir-la como natural, se empiezan a generar los "problemas" y "trastornos" de sentir lo que sentimos.


Si todas las cosas que existen en nuestro planeta, experimentan las distintas estaciones que la misma naturaleza necesita para seguir, ¿por qué nosotros no vemos nuestras distintas emociones como normales?


Cuando siento lo que siento sin creerme las opiniones y la narración de mi mente, me doy cuenta que la emoción está ahí, en mi y fluye a diferentes intensidades. Si dejo de lado la resistencia a sentirla y le permito fluir en mi, tiene su movimiento y finalmente su “dilución”. Permitiendo su tempo. Hasta que aparece otra emoción y vuelvo a estar invitado a sentirla y respetarla.


Cuanto conflicto creo cuando rechazo lo que estoy sintiendo, cuando lo evito o decido cambiarlo. Cuando le pongo tiempo y duración limitada a algo que va mucho más allá de mis ideas personales. La ley de la conservación de la energía afirma: La energía no puede crearse ni destruirse, puede cambiar de una forma a otra. (Se transforma).


Quizá toca dejar de luchar con lo que siento y atreverme a experimentar mis emociones. A sentirlas. Acompañados del miedo en ocasiones. Pero con la decisión consciente de permitir que fluyan en mí. Son parte de mi vida, por lo tanto ¿qué decido hacer? Rechazar o abrazar y sentir.


Me PERMITO descubrir cuanto soy capaz de abrazarme en mi experiencia de vida.



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