Es muy curioso y sorprendente a la vez, descubrir el origen y la causa de muchos conflictos que suceden en nuestra vida. La inercia del día a día, las obligaciones y todos los debería autoimpuestos nos hacen coger una velocidad mental y física, que nos aturde y no vuelve muy inconscientes. Parecemos máquinas más que seres.
Es sorprendente como nuestra mente crea ideas, escenarios, películas e incluso leyes del estilo: “como deberían de ser las cosas” o “tendrían que suceder de esta forma y a este ritmo”. Muchas veces son leyes que nos creemos y que pasan por nuestras mentes de una forma muy sutil y escurridiza. A veces, son conjuntos de pensamientos que van creando ideas, condicionamientos, expectativas, qué más da, son solo pensamientos, productos neuronales que van y vienen, pero que creemos sin apenas darnos cuenta o tan solo cuestionarlas. Esas leyes pasan a ser parte de nuestras ideas personales, formas de ser o también llamado, “Las cosas son así”, sin darnos cuenta que es solo una posibilidad mental dentro de un millón de posibilidades de pensamientos humanos.
Esto que llamo leyes, crean una estructura en nuestra psique que va afectando a nuestro comportamiento, nuestras reacciones, formas de relacionarnos etc, formando nuestra apreciada “personalidad”. Esa identificación que creemos ser nosotros y que tanto daño nos hace cuando se ve tambaleada, amenazada y en ocasiones con cierta honestidad, incoherente a ciertos valores de nuestro ser más profundo.
¿Cómo puede ser que mi personalidad, mis formas de expresarme, reaccionar, contestar y comportarme, muchas veces se salgan de la verdadera honestidad de quién quiero ser? ¿Quizá es que aspiro ser algo que no soy? (proyección mental)
¿Quizá imagino que soy alguien que tampoco soy? (ficción mental)
¿Y entonces, quien soy yo en realidad?
¿Quién soy yo, si me quito mi nombre, mis apellidos, mi profesión y mi historia personal? Me pregunto.
Cuando me encuentro en ese momento, es el lugar más cercano que tengo a la comprensión del SER. Una entidad, que está libre de nombres, etiquetas, sexo, gustos, opiniones, historia etc. Una entidad, muy poco reconocida en mi experiencia y que me intuye ser la verdadera y única identidad. Mientras tanto, mi vida se relaciona continuamente en base a mi nombre, mi profesión, mis obligaciones, mis ideas, mi personalidad, mis debería, mis no debería, mis anhelos, mis aspiraciones, mis, mis, mis…. Aquí se que estoy en el ego. En la mente. En el pensador. En el “personaje”.
Sin saber muy bien cuál es el camino al ser, camino hacia él. O eso pienso. La mayoría de días me pierdo e incluso me veo enredado en el camino opuesto. Entonces, vuelvo a pararme, miro la incoherencia de ese camino, a veces con frustración y vuelvo a buscar el camino verdadero. Aquel que me lleva hacia dentro y créanme, no es el más llano y fácil de caminar. En él, se encuentra mucha oscuridad. Necesidades infantiles, anhelos, frustraciones, expectativas, irá, comportamientos, inconsciencia, miedos y otras realidades difíciles de reconocer y abrazar.
Aquí es donde me viene a la mente, la metáfora de una cueva llena de oscuridad. Y me pregunto cómo aportar luz en ella. Entonces me imagino encendiendo una vela y recorriendo la cueva rincón a rincón. Es decir, necesito llevar mi consciencia a lugares inconscientes. Dicho de otra manera, decidiendo parar a mirar y sentir, todo aquello que tanto me incomoda, en esos momentos tan conflictivos o incómodos de mi vida.
La consciencia es la luz que alumbra la oscuridad (inconsciencia). Cada día que me enfrento a ese instante, de voluntad y responsabilidad, siento una gran sensación de dificultad y resistencia. Entonces reconozco su complejidad, pero también la brillante valentía del caminar en ese destino. No conozco otra manera hasta ahora, de reducir la neurosis humana, el sufrimiento, la angustia, la violencia y otras disfunciones humanas. Mientras, ese camino te lleva a la comprensión de la experiencia humana, a la serenidad, a la auto-responsabilidad y la auto-consciencia. Hace un tiempo que decidí caminar en esta senda que no pertenece a nadie ni nada, sino que se abre al descubrimiento de ser un ser humano viviendo conscientemente.
Víctor Avilés Adán
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